Soberbia, el virus del poder

Soberbia, el virus del poder

Sección: Jalisco se Cuece Aparte

Foto del autor Publicado el 14/07/2025 — Por Teofilo Guerrero @teofiloguerreromanzo
“Pero ya es común plaga de las ilustres familias
que a un gran padre suceda
de ordinario un pequeño hijo,
y así veréis que siempre con los gigantes
andan envueltos los enanos”

Baltazar Gracián

“A la nueva generación le han faltado próceres y le han sobrado canallas” espetó alguna vez el ex Gobernador del estado de Jalisco Flavio Romero de Velasco, el mismo que mandó construir la horrenda Plaza tapatía, lo que significó que un edificio patrimonial e histórico, la Plaza de Toros El Progreso, inaugurada en 1856, fuera derrumbada. En su lugar, “el prócer” Romero de Velasco heredó a la plasta urbana tapatía la plaza joyera y el monumento al sacacorchos, la colita de marrano, o como muy poca gente lo conoce: el monumento a Quetzalcoatl, al que le hizo falta la cabeza, pero que ahora lo acompaña, después de años escondiendo la vergüenza de ser muy pesada para estar arriba del adefesio de marras, en uno de los patios del Ex Hospicio Cabañas.

La clase política de Jalisco es pródiga en desplantes de soberbia y una grave carencia de humildad y recato, mucho menos prudencia. Debido a su alto contenido en soberbia, tanta, que tendrían que llevar un sello de etiquetado frontal, como el que coloca la Secretaría de Salud a los productos alimenticios para advertir de los nutrimentos críticos o susceptibles de ser adversos a la salud.
Soberbia, el virus del poder

Al momento de escribir este artículo confieso que me costó trabajo elegir entre los numerosos y penosos incidentes que estas personas han protagonizado, bien conscientes de su impunidad mediática y un entorno político a modo.

La soberbia es un pecado capital, puede ser un exceso de orgullo, es exagerada, coloca al ego de quien la ostenta por encima de cualquier ser humano, y si se sabe impune, la puede llevar al ejercicio público, a sabiendas de que nada, ni nadie, podrá oponerse, ni reclamar, o sancionar.

Emilio González Márquez, hijo dilecto del sinarquismo Jalisciense, nos regaló senda mentada de madre después de que regaló, una vez más, dinero al entorno católico del estado, y frente a otro gran ejemplo de soberbia: el Señor Juan Sandoval Íñiguez. Con varios tequilas encima, se presentó en un acto público para declarar lo poquito que le importaban los reclamos de los Jaliscienses, y acto seguido, les mentó la madre con la sacrosanta bendición del Prelado. Cabe mencionar que ese sólo fue el acto de soberbia más escandaloso, pues habría que recordar muchos más, pero no le queremos dar más protagonismo a alguien que ni por asomo lo merece.

Los desplantes de soberbia de Enrique Alfaro fueron, son, siguen siendo, tantos, y tan conocidos, que no hay manera de elegir uno que sea notable, toda su administración fue un largo manifiesto de soberbia, impunidad y majadería, el futuro entrenador de fútbol tiene la capacidad de sostener su soberbia durante más de seis años, y a razón de cada cinco minutos, lo que lo convierte en un seguro ganador si hubiera una entrega de premios.

Francisco Ramírez Acuña no es muy elocuente, es un político de frases hechas y lugares comunes, su soberbia radica en sus acciones, es un represor nato, y muestra de ello son los operativos en Guadalajara contra los limpiaparabrisas, en Tlajomulco durante una fiesta rave, o la brutal represión de 2004 durante la tercera Cumbre de jefes de Estado y de gobierno de América Latina, el Caribe y la Unión Europea, las palabras del entonces gobernador, parcas y oscuras como el personaje, fueron: “Si están acostumbrados a hacer desbarajustes en el Distrito Federal, Jalisco es diferente y vivimos gentes (sic) con sentido real de progreso y desarrollo”.
Soberbia, el virus del poder
Guillermo Cosío Vidaurri también dio cuenta de una soberbia brutal al declarar a propósito de las explosiones del 22 de abril de 1992: "por mi propia voluntad yo no voy a renunciar, porque batallé mucho para llegar", mientras las brigadas de rescatistas trabajaban buscando sobrevivientes, y se lloraba a las víctimas.

¿Pero de dónde les viene tanta soberbia?

La mayoría de la clase política de Jalisco tiene nexos con los poderes fácticos, económico, empresariales, o vínculos familiares con éstos, el ejemplo más claro es el de los últimos tres gobernadores, uno, Aristóteles Sandoval, hijo de Magistrado; Enrique Alfaro, hijo de un ex Rector; y Pablo Lemus, que proviene de una familia de empresarios, y con actividades previas en la COPARMEX y Multiva. Para empezar.

La soberbia se instala en la conciencia del huésped, nace, crece y se desarrolla en la idea de que quien la padece lo merece TODO, porque a tenerlo TODO está acostumbrado. Si la persona es un profesional de la política, los seres humanos que tiene debajo de sí no son ciudadanos, sino súbditos. Son un alto ejemplo de la meritocracia al mencionar, o consignar en sus currículums que estudiaron en universidades privadas: ITESO, UAG, UP, o de menos UNIVA. Que tienen estudios en el extranjero, y que por lo menos hablan inglés. Si eso no basta, entonces sacan a relucir las fotos con el boxeador de moda, la actriz o el actor de Hollywood, o si no queda de otra, un videito con el influencer con más seguidores.

La soberbia es un virus que se alimenta del cerebro del huésped, lo va carcomiendo según crece su alterada autoestima, o la percepción del poder que ejerce, y es agravada por parásitos circundantes cuyo trabajo consiste en alimentarlo con elogios desmedidos, y por lo mismo reciben favores de todo tipo, contagiándose del mismo mal, y haciendo presunción del mismo. Pero la verdad es que estas personas tienen su razón de ser en un poder que les otorga el Estado, y por ende, la gente, así que es posible hacerlos morder el polvo de vez en cuando, como a Fernando Garza, ex primer edil de Guadalajara y que probó suerte con el PRD para la Gubernatura del estado, sin suerte; o Mirza Flores, frustrada candidata al senado, a la que recordamos por su afición al basquetbol en compañía de Enrique Alfaro y un empresario beneficiado posteriormente con asignación de obra pública. Etcétera.

Para la soberbia generada por el poder no hay más cura que el voto y la voluntad popular. Y a muchos y muchas ya les toca vacuna.