Showtime: Tío Richie a escena (Parte 3)
Sección: Opinión
Publicado el 17/09/2025 —
Por Teofilo Guerrero
@teofiloguerreromanzo
Cuando Javier Milei se postuló, la prensa, los analistas políticos, y hasta los Peronistas más serios, se cansaron de reírse, y se burlaron de quienes advertían del peligro que significaba el desquiciado iberal-libertario. Cuando las noticias dieron cuenta de su triunfo, y de la caída de un Sergio Massa, que evidentemente tenía todos los argumentos, las fórmulas y el know how para poder paliar con la crisis económica, nadie podía creerlo, pero todo mundo podía explicarlo. La narrativa le ganó a la realidad.
Embarcado en un discurso antipolíticos y anti-política, con un estilo personal agresivo y majadero, y una evidente carga de despropósitos argumentales, Milei llegó a las instancias definitivas electorales sin problema, era obvio que el electorado no estaba dispuesto a observar discursos, necesitaban darle salida a su bronca contra un gobierno mediocre y tibio, como el de Alberto Fernández. La realidad lo alcanzó unos meses después, cuando llegaron la represión, los recortes, los insultos, y los falcon verdes (el vehículo oficial de la dictadura) empezaron a hacer guardia afuera de las casas de los periodistas que critican al inestable presidente Argentino.
Milei fue construido poco a poco, como fenómeno de entretenimiento político, un personaje que superaba por mucho a lo que quedaba del ser humano, hoy ya borrado por completo, impulsado por Eduardo Eurnekian, uno de los millonarios más poderosos de Argentina, quien dio la orden directa para introducirlo en las tertulias políticas realizando un recorrido como panelista en varios sets de televisión insultando, gritando y haciendo desplantes que ya evidenciaban su precaria salud mental.
Y lo llevaron a la presidencia armando un relato protagonizado por este “outsider” de pelo chistoso, gritón y maleducado. Y nadie lo vio venir.
Desde hace unos años Ricardo Salinas Pliego juega a esto, a crear un personaje millonario, excéntrico, majadero, misógino y clasista, comprando voluntades, construyendo relatos a su alrededor, haciendo alianzas con la internacional derechista a través de Atlas network, y con la gente que llevó a Milei al poder, dueños de millones de bots, y estrategas digitales consumados. Y lo vemos como algo lejano, como Milei en 2020.
Salinas ha creado un movimiento “Anticrimen y anticorrupción” que bien podría investigarlo y perseguirlo a él mismo, pero no sucederá así, está integrado por sus empleados y opositores a la 4T que ya son sus incondicionales, con agentes agresivos y probados en el ecosistema mediático, pero sobre todo con una ventaja: lleva, por lo menos, desde fines de los años noventa, construyendo y controlando narrativas que le dan la razón y manipulan a millones de espectadores.
Hace poco, en entrevista con Julio Astillero, Jenaro Villamil daba una clave para ir en contra del “magnate” y su aparato mediático televisivo: que las audiencias presenten quejas por expresiones discriminatorias. A lo que se suma el manejo ya electoral que hace este personaje de los medios concesionados.
Como con el asunto del genocidio en Palestina, o de las cuarenta horas, o de las reivindicaciones de las familias de desaparecidos, entre muchos otros, no es posible esperar a que la burocracia morenista tome cartas en el asunto, morena es también un movimiento, y es urgente parar a este vividor del erario y los recursos públicos antes de que sea demasiado tarde, o mañana no habrá mañana.
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