La 4T de Claudia

Sección: El Gobierno de la 4T

Mucho se había hablado de cómo iba a ser la versión 2.0 de la 4T después de López Obrador. Desde quienes auguraban un colapso en el apoyo a la nueva mandataria debido a su falta de carisma (en comparación con el del primer mandatario), hasta quiénes esperaban desde el fondo de su corazón que los mega proyectos del sexenio pasado cimentaran una “inevitable” recesión debido al déficit fiscal del 2024. Los todavía más carroñeros incluso veían con buenos ojos que Donald Trump llegara al poder y con su estilo machista, anticientificista y bully, hiciera pedazos a la primera mujer presidenta de México (e investigadora del Conacyt); peor contraste no podía haber entrambos líderes nacionales.
Pero la apuesta sobre estos escenarios fue un radical fracaso. Veamos por qué.
Si bien al principio la gestión de Claudia modificó sustancialmente a nivel nacional las estructuras organizacionales del partido y por supuesto de las instituciones federales, desplazando a los principales operadores de Andrés Manuel por gente cercana a la doctora, la realidad es que una gran cantidad de personajes siguen siendo parte de la plantilla original de López Obrador, manteniendo una comunicación y hermandad de comunidad ideológica independiente del origen de su militancia.
Aunque algunos han querido descalificar a esta nueva estructura como de “científica en exceso, o tecnócrata” la realidad es que, de muy pocos personajes se puede afirmar que provengan de la academia. Luego entonces, la idea primaria de contrastar a políticos de calle o políticos líricos y con capacidad de gestión, versus una estructura gubernamental de mujeres y hombres de academia, hasta este momento parece más bien un modelo novelesco y de difícil constatación en la realidad, aunque todavía vamos en un muy pequeño tramo de la gestión de Claudia para poder descartar dicho modelo.
Aún y con toda esta nueva estructura, lejos de ser una simple maniobra maquiavélica para tomar el poder, más bien parece un genuino esfuerzo por buscar equilibrar a las nuevas fuerzas emanadas del claudismo con las fuerzas eficientes que sostuvieron al obradorismo. Es decir, una mezcla de personal que busque optimizar a la organización y no dinamitarla con el cáncer del amiguismo y la burocracia. O en otras palabras y con conceptos más finos, un grato esfuerzo por construir institucionalidad.

Por supuesto que esta estructura, a estas alturas del partido, nos ha mostrado una tremenda fuerza conjunta que ha sabido fundamentar una barrera de influencia fuerte frente al político más salvaje de los últimos tiempos (Trump), el político que representa todos los valores que alguna vez defendió Trasímaco en El Banquete de Platón. Es decir, que la justicia, el bien, y el gobierno son equivalentes a lo que imponga el más fuerte. Mientras Claudia y la 4T representan el polo opuesto de la ecuación: el poder, la justicia y el bien son el resultado del rescate y empoderamiento de los más débiles y abandonados históricamente.
Como se ve, estamos frente a un capítulo más de aquella gran discusión griega, con el añadido de que ahora podemos enarbolar más características profundas en términos económicos de lo que alguna vez se imaginó aquel filósofo. Por ejemplo, ahora se puede mostrar cómo un modelo basado en la voluntad de un sólo agente a nivel internacional colapsa de manera natural por su artificial imposición. A los Estados Unidos no le fue posible al mismo tiempo instaurar un orden mundial unipolar, y al mismo tiempo mantenerse a la vanguardia de la industrialización y la autonomía económica. El modelo de desarrollo imperialista americano no podía sobrevivir sin la globalización de los capitales (pero no de las personas pobres), sin la imposición de la moneda americana como la moneda mundial, pero en su versión fiat (sin ningún bien tangible de respaldo como el oro) y sin los instrumentos y desarrollos irrestrictos de un capitalismo de especulación. Estos tres elementos dependieron siempre de la idea del gobierno débil y el empresariado fuerte a nivel mundial. Pero nunca contaron con que, en su afán por reducir costos, un gobierno fuerte iba a aprender y capitalizar los conocimientos del imperialismo, pero los iba a utilizar para empoderar a su pueblo. Eso fue lo que hizo China generación tras generación de sus gobiernos.
Así pues, la 4T le proporciona a la historicidad de México un capítulo en el cual el rumbo rapaz del neoliberalismo se detiene en su justa medida para conciliar el bienestar social con la sana convivencia con el país americano. De esta manera la economía fuerte y autónoma que dejó AMLO proporciona la base con la cuál Claudia catapulta no sólo su capacidad de gestión y negociación con Trump, sino también su capacidad para construir al mismo tiempo, un modelo de autonomía productiva mediante el empoderamiento de industrias clave locales. Es decir, por un lado y a corto plazo la unidad nacional le faculta a Claudia para negociar con Trump sin salir mal parada como lo hizo Trudeau, y por el otro, le faculta para gestionar con las cámaras empresariales mexicanas la posibilidad de construir enlaces y acuerdos de networking que buscan como objetivo primordial, enriquecer el mercado y consumo interno y dinamizar la economía interior para resistir los embates causados por el vaivén de la economía neoliberal interconectada internacionalmente.
Claro, para algunos el Plan México es solamente un esfuerzo más por empoderar a la burguesía, en este caso la burguesía local en detrimento de la burguesía internacional. A ellos sólo se les debe recordar que Marx entendió que lo peor que le podía pasar al mundo es que el liberalismo dominará la economía mundial. Y aunque la respuesta más óptima siempre será empoderar al proletariado mundial, la historia nos ha demostrado que es a corto plazo sumamente difícil, por lo que otra estrategia desde el humanismo mexicano se está llevando a cabo. Primero se combate al empresariado internacional empoderando al local y logrando la autonomía económica. El siguiente paso será por supuesto que, en algún momento dado, ese empresariado nacional burgués sea sustituido por un empresariado estatal y del pueblo como hace China actualmente. O al menos es lo que yo esperaría.
Hasta aquí el perfil bélico político al que se enfrenta la 4T, encabezada por la política más académica de los políticos en México.
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