Parecer NO es ser: el dilema de la austeridad y la congruencia en tiempos del Segundo Piso de la 4T

Sección: Morena: Partido y Movimiento

Andrés Manuel López Obrador se cansó de repetirlo en conferencias, eventos y mítines: “La austeridad no es un asunto administrativo, es un asunto de principios. No puede haber gobierno rico con pueblo pobre”. La presidenta Claudia Sheinbaum lleva meses insistiendo: “El poder se debe ejercer con humildad, con sencillez, porque nosotros nos debemos al pueblo”. Pero en la cúpula del partido-movimiento varios se aferran a la sordera ética, creyendo que parecer es ser, que el discurso importa más que el ejemplo, que la congruencia es cosa de marketing político… Lo sentimos, honorables representantes: parecer NO es ser. Y lo están descubriendo a la mala.
El 4 de mayo, apenas tres meses atrás, la presidenta de la república, Claudia Sheinbaum Pardo, envió una carta abierta al Movimiento de Regeneración Nacional —su partido—, con la finalidad de que éste retomara y afianzara estatutariamente el carácter ético del movimiento que llegó al poder en 2018. En la carta, la presidenta instaba enfáticamente a la militancia y representantes populares, entre otras cosas, a vivir una vida austera, absteniéndose de lujos y frivolidades, nepotismo y corrupción.
El Consejo de morena ovacionó la misiva y la aprobó en el acto, al tiempo que varias figuras del partido señalaban a medios no sentirse aludidas por el escrito de la doctora. Irónicamente, todo cae por su propio peso y tres meses después, ¡sólo tres meses!, una vorágine de escándalos demostró que la integridad no es truco de magia, que la austeridad es genial aplicada en el pueblo pero no en sus representantes, y que seguir el ejemplo de López Obrador es más difícil que sólo repetir a diario sus palabras.
Representantes populares electos, secretarios de Estado y hasta autoridades partidarias fueron víctimas-verdugos del escarnio público bajo un denominador común: excesos, lujos, frivolidad. Viajes al extranjero, gastos onerosos, joyas, ropa exclusiva de diseñador y otros tantos encantos de la “gente bien” fueron el punto de partida que desató una crisis de congruencia —que se veía venir— al interior del partido.
Morena fue exhibido en su eslabón más débil y, al mismo tiempo, la columna vertebral que lo llevó al poder: la congruencia. Está demás justificar lo injustificable. La falta de principios no es tema legal que se neutralice con un “fue de su recurso”, “lo tenía antes de ser servidor”, o el ridículo: “la justa medianía es conforme a tu ingreso” (Noroña dixit). El problema central no está en el fondeo de los bienes —que vaya que puede dar tela de dónde cortar—, sino en la incapacidad de algunos morenistas de entender que la austeridad es un factor ético trascendental de quien se dice servidor popular.
Tal incapacidad de comprensión no es casual, está determinada, en esencia, por un sistema económico-social que busca implementar a toda costa una máxima central: “Eres lo que tienes”. No se puede hacer política nueva, diferente, cuando se vive —y muy bien— bajo los viejos dogmas neoliberales, so pena de caer en vergonzosos casos de incongruencia, como a los tristemente célebres paladines obradoristas les pasó.
“Exagerados”, dirán algunos, “violan su libertad individual”, dirán otros, “le están haciendo el juego a la derecha”, opinarán varios más. Lo cierto es que esa fina mezcla de ostentación y cinismo revelada por representantes y dirigentes muestra no sólo un desliz ocasional, sino un problema ético estructural que se magnifica, con justa razón, en un partido-movimiento que iza como bandera principal la congruencia ético-política.

Quien a dos amos sirve con alguno queda mal, dice el pasaje bíblico de Lucas al referir la contradicción entre servir a dios y a las riquezas. La misma contradicción existe entre servir al pueblo y al enriquecimiento individual. Cuando la ambición y la codicia se vuelven guía de la razón, el paradigma de vivir bien se distorsiona por completo. La acumulación se vuelve factor cardinal, por ello el exceso de riqueza, poder o fama muta en meta de vida, en sinónimo de autorrealización, prestigio y bienestar.
Al interpretar que lujos, derroche y banalidad son sello distintivo del éxito, quien ejerce la política vuelca todos sus esfuerzos en alcanzar tales distintivos, generando una escisión total entre sus anhelos individuales y su ideología política. El “servir” muta en “servirse”, los “principios” se convierten en “apariencia”, el “ser” degrada en “tener” y el “nosotros” deviene en “yo”. El divorcio con el pueblo está finiquitado. El político es ahora miembro de una capa selecta de la sociedad que tiene el poder, lo ejerce a discreción y lo usará las veces que sean necesarias para su beneficio individual.
La contradicción queda develada. Viajes al extranjero, gastos onerosos, lujos y derroche son caras de una misma moneda: la incongruencia de servidores públicos y representantes partidarios que son incapaces de ser coherentes entre lo que se piensa, se dice y se hace; que son incapaces de vivir acorde a la justa medianía que el movimiento político al que pertenecen, pregona como uno de sus principios básicos.
Tanto el expresidente López Obrador como la presidenta Claudia Sheinbaum eran conscientes de la grave amenaza que implica esta distorsión ética para el movimiento de transformación, por ello no escatimaron esfuerzos en pregonar que la austeridad, es decir, el rechazo racional —no impuesto— a lujos y derroches, a carencias y pobreza, no es cuestión secundaria, ni tema menor o superficial, sino el mejor antídoto contra cualquier forma de corrupción, como señalara Jorge Bergoglio.
“Justa medianía”, “austeridad republicana” o “humildad y sencillez”, son todas nociones que refieren al mismo aspecto ético: la congruencia de quien dice obedecer y velar por el pueblo, por sus causas e intereses sin aprovecharse de él. Este es el sello distintivo de quien se ostenta como militante de izquierda, obradorista o morenista. Si no se predica con el ejemplo, ¿por qué llamarle Regeneración Nacional?
Los Monreal Ávila, Delgado Carillo, López Beltrán, Haces Barba, López Hernández o Gutiérrez Luna, entre otros tantos más, ¡deben fijar postura clara y deslindar campos ya! ¿Son parte de real de la transformación de México o neoliberales de clóset? Son leales al pueblo o a sus anhelos de riqueza y poder? ¿Son congruentes con los principios de Andrés Manuel López Obrador, o vividores disfrazados de guinda?
“La verdadera doctrina del conservadurismo es la hipocresía”. Parecer no es ser, honorables representantes. Y ustedes, ¿qué son? El pueblo observa con atención.
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