Lecciones de Bolivia y Argentina para México: las lecciones urgentes para que la izquierda no vuelva a entregar el poder a la derecha

Sección: Geopolítica

Publicado el 29/08/2025 —
Por Raúl Barajas
@BarRaul
Las recientes elecciones en Bolivia fueron un duro golpe para las fuerzas progresistas de América Latina: el Movimiento al Socialismo (MAS), que durante más de una década fue el partido hegemónico y referente de transformación social, quedó prácticamente sin representación en el Parlamento. La derecha entreguista, subordinada a los intereses empresariales y extranjeros, logró capitalizar el desgaste de un gobierno que alguna vez supo estar del lado del pueblo, pero que terminó ahogado en sus contradicciones internas, en la corrupción y en el alejamiento de sus bases sociales.
El quiebre entre Evo Morales y Luis Arce marcó un antes y un después en la política boliviana. La división interna debilitó al MAS hasta volverlo irreconocible. A esto se sumaron los perfiles oportunistas dentro del partido, que vieron en la política un negocio personal más que un compromiso colectivo. El mal manejo de la economía, con inflación creciente, caída de las reservas internacionales y pérdida de soberanía en sectores estratégicos, aceleró la frustración social. En resumen: el MAS dejó de ser la expresión genuina de campesinos, indígenas, obreros y sectores populares, para convertirse en un partido atrapado en disputas palaciegas. La derecha solo necesitó esperar y recoger los pedazos.
Argentina vivió un proceso similar. El peronismo, pese a tener una historia de lucha y resistencia, se desgastó en luchas internas entre kirchneristas, albertistas y gobernadores aliados. A esto se sumó la inflación crónica que alcanzó niveles históricos (más del 140% anual en 2023), la devaluación del peso y la precarización de millones de trabajadores. El gobierno perdió contacto con las bases que alguna vez lo respaldaron. Cuando los sectores populares dejan de sentir mejoras reales en su vida cotidiana, no basta con el discurso histórico ni con los recuerdos de épocas doradas. Ese vacío fue aprovechado por el “libertario” Javier Milei, un personaje excéntrico y reaccionario, que sin un verdadero proyecto de nación logró capitalizar el hartazgo y la frustración. El resultado: el peronismo quedó fragmentado y la derecha más radical llegó al poder.
La comparación con México es inevitable y, sobre todo, urgente. Morena, partido que nació de las luchas sociales y que hoy gobierna con mayoría, corre el riesgo de repetir los errores de Bolivia y Argentina (ya lo está haciendo). Aunque bajo el sexenio de Andrés Manuel López Obrador se lograron avances históricos (como el aumento del salario mínimo, la reducción de la pobreza (13.4 millones de personas salieron de esa condición, según el INEGI) y la consolidación de programas sociales universales), no se puede ignorar la tibieza del partido frente a los grandes empresarios y frente a las amenazas del gobierno estadounidense.
Las luchas internas por candidaturas, las cuotas de poder y la incorporación de perfiles oportunistas han comenzado a debilitar a morena. Y lo más grave: la desconexión paulatina con sus bases trabajadoras, que nada tiene que ver con afiliar en el papel a millones de personas o “hacer” comités. La dirigencia del partido parece olvidar que morena no se sostiene por los acuerdos con las élites empresariales, reciclar indeseables de la derecha reaccionaria, ni por el aval del capital extranjero, sino por los millones de obreros, campesinos, estudiantes, comerciantes y trabajadores que votaron masivamente para poner fin a cuatro décadas de neoliberalismo.
La historia reciente en América Latina muestra que cuando los gobiernos progresistas olvidan sus raíces, dejan de escuchar al pueblo y se convierten en administradores tibios del capitalismo, la derecha regresa con más fuerza, legitimada por el desencanto. Esa derecha no duda en arrasar con derechos, entregar los recursos estratégicos y someterse a los designios de Washington.
Por eso, Morena tiene una disyuntiva histórica: o se profundizan las transformaciones con mayor justicia social, o se corre el riesgo de que la derecha mexicana (hoy debilitada pero no muerta) resurja con fuerza en las próximas elecciones. La lección boliviana y argentina es clara: la tibieza se paga con derrota.
Acciones necesarias para no repetir la historia (Y que no me canso de insistir sobre ellas incluso en otros artículos):
1. Reducción de la jornada laboral a 40 horas semanales, alineada con los estándares internacionales, para mejorar la calidad de vida de los trabajadores.
2. Nuevos aumentos salariales reales y sostenidos, que permitan recuperar el poder adquisitivo perdido en cuatro décadas de neoliberalismo.
3. Reforma fiscal progresiva, donde los grandes empresarios y corporaciones (que por años evadieron impuestos) paguen lo que corresponde y de acuerdo a su nivel de ganancia, dígase: impuestos a las grandes fortunas.
4. Democratización interna real de morena, para evitar que oportunistas y arribistas secuestren el partido.
5. Mayor inversión pública en sectores estratégicos (energía, transporte, salud, educación) que fortalezcan la soberanía nacional.
Si morena y los gobiernos emanados de dicho partido, no entienden que su base real está en el pueblo trabajador y no en los consejos de empresarios y tecnócratas, corre el riesgo de repetir el camino de Evo Morales y de Alberto Fernández. México no puede permitirse que la derecha vuelva a administrar la miseria y entregar la soberanía.
La conclusión es sencilla: o se profundizan las transformaciones, o se abre la puerta al regreso del neoliberalismo más salvaje. Bolivia y Argentina no son advertencias lejanas: son espejos en los que México debe mirarse con urgencia.
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