Francia y el olvido de los valores republicanos.

Francia y el olvido de los valores republicanos.

Sección: Geopolítica

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Publicado el 25/07/2025 — Por Raúl Barajas @BarRaul
La Revolución Francesa de 1789 no solo marcó un antes y un después en la historia europea, sino que inspiró a generaciones enteras en todo el mundo con sus ideales de libertad, igualdad y fraternidad. Fue la semilla del republicanismo moderno, del sufragio universal, de la soberanía popular, de la justicia social y de la resistencia frente al absolutismo europeo. Sin embargo, en la Francia contemporánea, estos valores parecen estar siendo arrinconados, si no olvidados, por las élites políticas que gobiernan bajo una lógica neoliberal, imperialista y subordinada al poder económico del norte global. Gobiernos como los de Nicolas Sarkozy, François Hollande y Emmanuel Macron han encarnado una profunda desconexión con el legado revolucionario. Su política interna se ha caracterizado por reformas que erosionan los derechos sociales conquistados con décadas de lucha, mientras que su política exterior se subordina a los intereses de la OTAN y de las potencias occidentales, traicionando la tradición de autonomía e independencia que defendió con firmeza Charles de Gaulle. De Gaulle, aunque poseía de una visión conservadora, tuvo el mérito de oponerse a la sumisión de Francia frente a los intereses de Estados Unidos y la OTAN. Reivindicó una política exterior soberana y el papel de Francia como potencia independiente, particularmente respecto a su relación con el sur global y con África. Hoy, en contraste, los gobiernos neoliberales han adoptado una visión colonial disfrazada de "intervención humanitaria" en sus excolonias, perpetuando el saqueo y la dependencia. Una de las páginas más luminosas de la historia francesa, muchas veces silenciada o reducida a una nota al pie, es la experiencia de la “Comuna de París de 1871”. Este fue el primer gobierno obrero de la historia, que instauró un poder popular directo, descentralizado y con una profunda vocación igualitaria. La Comuna abolió el ejército permanente y el centralismo autoritario, organizó servicios sociales, promovió la educación laica, nacionalizó empresas abandonadas y propuso la igualdad entre hombres y mujeres. Fue una experiencia revolucionaria radical que sentó precedentes históricos retomados por los movimientos de izquierda del siglo XX. Sin embargo, fue brutalmente reprimida por la reacción conservadora y desde entonces ha sido relegada de los discursos oficiales sobre la historia republicana francesa. Asimismo, el Partido Comunista Francés (PCF) desempeñó un papel fundamental durante el siglo XX. Fue una de las fuerzas clave de la resistencia contra la ocupación nazi, organizando redes clandestinas, protegiendo civiles y luchando por una Francia libre y antifascista. Posteriormente, tuvo un papel central en la conquista de derechos laborales, en la creación de la seguridad social y en la dignificación de las clases trabajadoras. Hoy, sin embargo, el Partido Comunista ha sido marginado políticamente y sus aportes son sistemáticamente ignorados en los debates públicos. Los gobiernos neoliberales de las últimas décadas han borrado sistemáticamente la memoria de la Francia revolucionaria y republicana. Lo hacen a través de políticas educativas despolitizadas, discursos que glorifican una visión burguesa de la historia y el silenciamiento de las voces que cuestionan la desigualdad estructural. Se construye así un relato nacional que omite las luchas sociales, que evita hablar de la Comuna, que presenta la Revolución como un hecho del pasado sin consecuencias en el presente y que omite el internacionalismo francés que en su momento inspiró a las luchas anticoloniales del mundo. Hoy más que nunca, resulta fundamental que los pueblos —en especial los de América Latina— estudien y rescaten los valores auténticos de la Revolución Francesa: la defensa de la soberanía popular, la autodeterminación, la lucha contra el privilegio, el internacionalismo solidario y el poder del pueblo organizado. No debemos ver a Francia solo como un país burgués y conservador, sino como una nación cuya historia revolucionaria puede ser una fuente de inspiración para nuestros propios procesos de transformación. Es necesario recordar que los principios republicanos no pertenecen a los gobiernos, sino a los pueblos. Y cuando las instituciones los traicionan, es deber de los ciudadanos resucitarlos de nuevo.