Las clases medias en su laberinto

Sección: Opinión

Publicado el 07/07/2025 —
Por Teofilo Guerrero
@teofiloguerreromanzo
El desarrollismo fue un modelo económico que impulsaba el crecimiento de las plantas industriales y la sustitución de importaciones. De este modelo proviene la narrativa de los “tres grandes” de América Latina: Argentina, Brasil y México, ya que en estos tres países se consolidó como un modelo exitoso. Arturo Frondizi, en Argentina; Juscelino Kubitschek, en Brasil; y Miguel Alemán en nuestro país, fueron los encargados de sentar las bases de este modelo que siguió, en algunos casos, como en México, hasta principios de los años setenta.
La clase media mexicana fue el gran invento del régimen priísta en ese período, creando una reserva de votos cautivos, y la base demográfica del discurso de la revolución institucionalizada. Durante los sexenios de Miguel Alemán, Adolfo Ruiz Cortines, Adolfo López Mateos y Gustavo Díaz Ordaz se impulsó la planta productiva, crecieron las ciudades, y la población se acercó a éstas en busca del bienestar que prometía el crecimiento económico. El Estado le construyó a esta clase un nicho privilegiado, mientras el México rural caía en el olvido. Prueba de esto es que las reivindicaciones sociales del campo no cesaron, aunque el discurso oficial siempre decía otra cosa. Durante el sexenio de López Mateos, se llevó a cabo la disolución de un par de latifundios en Sonora, en Cananea y Cloete, pero por otro lado fue asesinado por el ejército el líder campesino Rubén Jaramillo, el 23 de mayo de 1962. Esta acción se repetirá constantemente, hasta llegar a nuestros días, aun cuando hay un cambio de paradigma político, los poderes fácticos, los intereses económicos, y el crimen organizado siguen acosando, reprimiendo, bloqueando, y asesinando a la gente del campo, y activistas en defensa del territorio, ejemplos hay muchos: Miguel Ángel Mesino, Francisco Quiñones, Armando Villarreal Martha, Diego Ramírez Domínguez, Simón Pineda, Rubén Flores, Santiago Crisanto, Gustavo Cruz, Samir Flores, Otilia Martínez, Homero Gómez, Rosendo González, Karina Ruiz, entre muchas y muchos más.
La clase media, mientras tanto, libra otras batallas, en busca del bienestar económico, para sobrevivir en ciudades cada vez más gentrificadas, pero también por los relatos y narrativas. Esto se puede observar en que la mayor parte de las campañas y discursos políticos están orientados a este sector. No es raro, cuando la clase media fue inventada se crearon un buen número de relatos que modelaron sus características, sus aspiraciones, su estatus y hasta su conciencia social, es decir, una imagen artificial de sí misma, y hasta un lugar y una función en el mundo.
La clase media entró en crisis al terminar el “milagro mexicano”, y una parte de ésta exigió reivindicaciones que consideraba necesarias, como un entorno político más democrático, espacios de participación social y política, etc., esta etapa generaría confrontaciones con la clase dominante en 1968, 1971, la guerra sucia de 1973 a 1985, y encontrará una salida política con la aparición del Frente Democrático Nacional, en 1988.
Una parte de la clase media, la más ambiciosa, encontró en el discurso neoliberal e individualista algo con lo cual llenar el vacío que había dejado el modelo original, y se refugió en una serie de mitos relacionados principalmente con la movilidad social, la libre empresa, el esfuerzo individual, y la defensa de los postulados del capitalismo neoliberal, muy en concordancia con los principios del llamado “Consenso de Washington”, que imponía a los estados en crisis, casi todos los de América Latina, a eliminar subsidios, proteger la propiedad privada, reducir el gasto público, liberar el comercio, privatizar empresas estatales, etc.
En términos de movilidad social, el mito clasemediero clásico ha sido acceder a la educación, o al “emprendedurismo”, para poder obtener trabajos que les permitan eliminar o reducir el trabajo manual, creer que están en el camino de obtener un estatus social que les permita llegar a generar grandes capitales, contar con un capital cultural que les aleje o separe de su clase de origen, ya sea campesina u obrera, entre muchos otros mitos más, como el de la relación con un mundo y una visión global, occidental.
Esta clase media, la que sueña con obtener mucho, más y mejor, es la que se opone muchas veces a las políticas públicas de redistribución del ingreso, programas sociales, proyectos comunitarios, entre otros de esta índole, pues consideran que el estado les está “quitando” recursos para entregarlos a quienes “quieren todo gratis”, y defienden las posturas de millonarios “libertarios” que les inoculan la idea de que un Estado fuerte les quitará la oportunidad de ser como ellos, y que un México de izquierda nos llevará a ser como Cuba o Venezuela. Es una clase media que defiende los bienes con los que sueña, y no con los que tiene, basada en los relatos y narrativas que promueven principalmente los “influencers” en las redes sociales, un microfascismo de brillitos y selfies, un México que nada tiene que ver con la justicia social, un México que no pisa tierra. Una clase media muy parecida a la que en Europa le da cabida a un fascismo emergente y violento.
Mientras, la otra clase media, la ilustrada, aquella que con su capital cultural se siente autorizada a opinar, decir, promover… genera papers, discursos, narrativas, relatos, sugiere que la realidad corresponda con su pensamiento, sin embargo, a veces se moviliza, va a las calles, exige. Pero nunca es suficiente. Hay un México más complejo detrás del imaginario de las clases medias, uno que carga con una riqueza cultural enorme, aquella que nos conecta con la tierra y las raíces.
La defensa del territorio, la soberanía alimentaria, la atención de rezagos históricos, la inseguridad latente durante décadas, la desigualdad, entre otros muchos temas, no parecen estar en la mirada de los y las clasemedieras, que, dicho sea de paso, tendrían que renunciar a muchos de sus privilegios para que el Estado y la sociedad mexicana atiendan y resuelvan las problemáticas de ese México profundo al que tanto le debemos como sociedad y como Proyecto de Nación. No se puede pensar en un México de clases, sin pensar antes en un México justo, o vamos todos juntos, o no vamos a ningún lado.
Aún no hay comentarios en este artículo.
Para comentar debes estar registrado o iniciar sesión.
RegistrarseArtículos relacionados

Mercenarios colombianos: de Corea a Gaza, una maquinaria privatizada de violencia al servicio del imperialismo
En 1951, el “Batallón Colombia” fue enviado como parte del contingente aliado...

Una sociedad derrotada
Una ciudad se modela a partir de la voluntad del Estado, de...

Vientres subrogados: ¿Autonomía o explotación?
Hablemos de los vientres subrogados. ¿Qué son realmente? ¿Por qué se utilizan?...
Publicidad