El narco imperialismo: de Reagan a Calderón.

El narco imperialismo: de Reagan a Calderón.

Sección: Geopolítica

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Publicado el 12/08/2025 — Por Raúl Barajas @BarRaul
Durante la década de 1980, el gobierno de Ronald Reagan impulsó una cruzada moral contra lo que consideraba “la amenaza comunista” en América Latina. Bajo el lema de defender la libertad, Reagan emprendió una violenta campaña encubierta contra el gobierno sandinista de Nicaragua, elegido democráticamente en 1979 tras el derrocamiento de la dictadura de Anastasio Somoza. Pero lo que parecía una estrategia ideológica contra el comunismo terminó revelándose como uno de los entramados más perversos y criminales de la política exterior estadounidense: la financiación ilegal de la "contra" nicaragüense con dinero del narcotráfico, mientras se culpaba falsamente a los propios sandinistas de ese crimen. El caso Irán-Contra: drogas, armas y mentiras En 1986 estalló el escándalo Irán-Contra, cuando se reveló que la administración Reagan había vendido armas a Irán (en plena guerra con Irak) y utilizado el dinero de esas ventas para financiar de forma ilegal a los contrarrevolucionarios nicaragüenses. Pero más allá del tráfico de armas, otra vía de financiamiento había sido puesta en marcha: el uso del narcotráfico como herramienta geopolítica. El periodista Gary Webb, en su serie Dark Alliance publicada por el San Jose Mercury News en 1996, documentó cómo la CIA facilitó el ingreso de cocaína al mercado estadounidense, principalmente a barrios afroamericanos de Los Ángeles, a través de traficantes como "Freeway" Ricky Ross, para obtener dinero que luego era canalizado hacia la Contra. Esta cocaína fue convertida en crack, lo que derivó en la explosión de consumo y violencia urbana que asoló EE. UU. en los años 80 y 90. Webb fue desacreditado y terminó muerto en 2004 con dos balazos en la cabeza —oficialmente declarado suicidio—, pero años después, la CIA reconoció que sí conocía los vínculos entre narcotraficantes y la Contra, y que no hizo nada por detenerlo (CIA Inspector General Report, Volume II, 1998). México como corredor de paso: los cárteles nacen con la venia de Washington Mientras el gobierno estadounidense señalaba con el dedo acusador a Nicaragua, en México comenzaban a consolidarse los primeros grandes grupos de narcotráfico. Y no lo hicieron solos. A través de la DEA y la CIA, Estados Unidos convirtió al país en un corredor logístico para el trasiego de cocaína desde Sudamérica, creando una estructura paralela en la que participaban militares, políticos y narcos. Uno de los casos más emblemáticos fue el de Miguel Ángel Félix Gallardo, conocido como El jefe de jefes, quien operó bajo la protección del poder político mexicano y con la aparente colaboración de agencias estadounidenses. El asesinato del agente de la DEA, Enrique “Kiki” Camarena en 1985, marcó un punto de quiebre. Se descubrió que Camarena había descubierto el vínculo entre la CIA y el cártel de Guadalajara, que estaba usando los beneficios del tráfico de drogas para financiar la Contra. El periodista Charles Bowden y la investigación de The Last Narc (2020) apuntan que la CIA estuvo involucrada o al tanto del asesinato de Camarena, pues estaba entorpeciendo una operación encubierta más grande. Fox, Calderón y el narcoestado: una guerra hecha para fracasar Décadas después, el narco que sembraron floreció. Durante los gobiernos del PAN —con Vicente Fox (2000-2006) y sobre todo con Felipe Calderón (2006-2012)—, lejos de confrontar de raíz al narcotráfico, se desató una guerra que reorganizó los cárteles, los atomizó, y multiplicó la violencia. Calderón, cuya legitimidad como presidente fue débil tras un fraude electoral, usó la guerra contra el narco como una forma de consolidarse políticamente, pero lo hizo de la mano de un personaje clave: Genaro García Luna, su secretario de Seguridad Pública. En 2023, García Luna fue declarado culpable en una corte federal de Nueva York por narcotráfico, crimen organizado y lavado de dinero, tras demostrarse que recibió sobornos multimillonarios del Cártel de Sinaloa. Su juicio reveló que Estados Unidos sabía de sus vínculos criminales desde 2012, y aun así lo recibió y protegió. ¿Y Calderón? Dice no saber nada. Más de 300 mil personas han muerto en México desde que comenzó esa supuesta guerra contra el narco, y más de 100 mil están desaparecidas (INEGI, 2024). Solo entre 2007 y 2012, el número de homicidios dolosos aumentó en más de un 250%, y el gasto militar se duplicó. Pero los capos siguen libres, los cárteles más poderosos que nunca, y el flujo de drogas hacia EE. UU. (principal consumidor mundial) continúa sin pausa. Hoy como ayer: ellos ponen las armas, nosotros los muertos EE. UU. sigue siendo el mayor mercado consumidor de drogas del mundo, con más de 100,000 muertes anuales por sobredosis según el CDC. A pesar de ello, mantiene una política hipócrita: militariza la frontera, criminaliza a migrantes, y exige más guerra a México, pero nunca cuestiona su propio sistema financiero que lava más de 300 mil millones de dólares anuales del narcotráfico (UNODC, 2023). México, por su parte, sigue poniendo los muertos. Los barrios desplazados, los jóvenes asesinados, los desplazados internos, los pueblos devastados por el crimen organizado, son consecuencia directa de una política hemisférica de control, disfrazada de lucha antidrogas. La raíz del problema no está en Sinaloa, ni en Colombia, ni en Michoacán. Está en Washington, en Langley, en Wall Street. Y mientras no se reconozca eso, seguiremos atrapados en un ciclo perverso donde el que siembra no es el que mata, pero sí el que ordena matar. Como decía el propio Gary Webb: “No puedes luchar contra el narcotráfico si tus propias agencias están involucradas en él.” La guerra contra el narco no ha fracasado, ha funcionado exactamente como fue diseñada. Y nosotros seguimos pagando el precio.