El buen gobierno no tiene color

Sección: Opinión

Publicado el 07/07/2025 —
Por Everardo Rubio Ortiz
En tiempos de polarización y discursos maniqueos, conviene recordar una verdad incómoda pero necesaria: el buen gobierno no tiene color partidista. Está más allá de las siglas, de las banderas, de las promesas de campaña. He visto gobiernos priistas, emecistas y morenistas hacerlo muy bien. Pero también he visto gobiernos morenistas, priistas y emecistas hacerlo muy mal. El juicio no lo dicta la ideología, lo dicta la ciudadanía.
Y cuando un gobierno actúa sin rumbo, sin ética y sin resultados, lo que se pierde no es sólo la confianza en una administración, sino en toda la política. Se desencadena una desafección sistemática hacia los partidos, sus símbolos y sus promesas. Porque, a fin de cuentas, la gente no vota por colores, vota por soluciones.
Un buen gobierno se construye con principios, no con marketing. Con resultados, no con discursos. La ciudadanía ya no se deja impresionar con eventos o eslóganes: quiere ver calles pavimentadas, servicios públicos funcionales, seguridad en sus colonias y servidores públicos que escuchen. Eso es lo que define la legitimidad, y no las siglas del partido en el poder.
Por eso, la planeación de gobierno es un acto ético, no un mero trámite administrativo. Gobernar sin planeación es improvisar con recursos públicos. Implica despreciar el futuro por atender la inmediatez. Y en esa lógica, quien pierde siempre es la gente.
Los gobiernos responsables deben institucionalizar la planeación, no subordinarla a intereses personales o electorales. Los programas deben surgir del diálogo ciudadano, del diagnóstico técnico y del compromiso con el bien común. Un gobierno que planea con visión y ejecuta con disciplina no necesita justificar su origen partidista: se legitima en los hechos.
No es el discurso, es el trato. No es la marca, es la congruencia. Los ciudadanos no son tontos: saben cuándo un gobierno gobierna bien, y cuándo solo simula. Por eso el buen gobierno no puede seguir atado a los colores. Debe estar atado a los principios.
Y quizá el mayor reto de esta época es volver a reconciliar a la gente con la política. Para lograrlo, se requiere algo más que campañas: se necesita integridad, resultados y humildad para reconocer que el poder es prestado, y que el verdadero dueño del gobierno es el pueblo.
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