¿Cuánto del viejo PRI hay en el morena de hoy?

Sección: Morena: Partido y Movimiento

El PRI del siglo XX
Para entender los paralelismos actuales, conviene recordar al PRI que nació después de la Revolución Mexicana y murió en su pacto con el modelo económico neoliberal. Aquel partido se estructuró de manera corporativa, integrando principalmente a los cuatro sectores más grandes de entonces: el campesino, con sus organizaciones ejidales y ligas agrarias; el obrero, aglutinador de trabajadores y obreros; el popular, que incorporaba a clases medias, profesionistas y burócratas; y el militar, incluyendo inicialmente al Ejército como base del partido. Aquel PRI era un partido de Estado.
Su modelo de gobierno era el “nacionalismo revolucionario”, que consistía en impulsar el desarrollo con justicia social y en la defensa de la soberanía nacional. En efecto (en cuanto al modelo económico), el PRI hegemónico del siglo pasado conservaba en buena medida el programa izquierdoso heredado de la Revolución Mexicana, pero, tal como muchos otros gobiernos revolucionarios del mismo siglo en América Latina, desechó por completo el ideario de lucha por la democracia, pues el partido de Estado siempre fue una institución fiel creyente de la conservación del poder a toda costa.
Semejanzas: justicia social, soberanía nacional y corporativismo
Ahora bien, morena nace siendo un partido antisistema, con un espíritu de lucha por la justicia social, la democracia, la erradicación de la corrupción en la alta burocracia y la austeridad gubernamental. No obstante, tras consolidarse como la principal fuerza política del país, ha comenzado a sufrir una reconfiguración digna de llevar a un ágora para su análisis y debate.
Así como el PRI del siglo XX incorporó a sectores enteros bajo su control, hoy vemos a morena tejiendo alianzas corporativas con el SNTE, la CTEM, el sindicato del IMSS, la Luz del Mundo, sectores empresariales y el Grupo Universidad en el caso Jalisco. Y cabe mencionar aquí la relación tan estrecha que hay entre el gobierno de la 4T y el Ejército.
Morena y López Obrador podían convocar espontáneamente a multitudes entusiastas con un simple llamado a la población, apoyados en la convicción ideológica de sus bases. En la actualidad, las movilizaciones masivas que convoca morena dependen más de las lógicas corporativas que del voluntarismo de las bases. En el Zócalo, la masa que lo desborda en estos tiempos se ve, cada vez más, conformada por contingentes de sindicatos y porras de aspirantes que de militancia orgánica.
Otro ejemplo que ilumina a la perfección el corporativismo que comienza a adoptar peligrosamente morena se asoma en la campaña de afiliación masiva llamada “Somos millones”, en la que el SNTE anunció a principios de este año que su gremio le aportará más de dos millones de afiliaciones a las nuevas filas del partido. Para más información al respecto, consultar: La gran meta de los 10 millones (Ágora, 3ra edición).

Un último caso, por ahora, yace en la próxima elección del Poder Judicial. De entrada, sí pienso que la siguiente integración del primer nivel, es decir, de la SCJN, del Tribunal Disciplinario y del TRIFE, significará un avance benéfico para el pueblo, no solo por la legitimidad democrática mediante la cual serán electos, sino porque la nueva conducción de tales instancias representará mucho mejor que antes los intereses de la nación, en vez de priorizar los de grandes potentados, como se hizo durante todo el periodo neoliberal. No obstante, en los siguientes niveles (magistraturas y jueces de distrito), la cosa se cuece aparte. Basta con ver las listas de las candidaturas, las organizaciones corporativas por las que fueron propuestas muchas de ellas y las estrategias electorales para impulsarles que se están ya echando a andar. Dejo hasta aquí el tema de la elección, para abordarlo en un posterior artículo.
Diferencias: derechos humanos, institucionalidad y esperanza de democracia
Algo que debe reconocerse y presumirse es que, aun con la creciente participación de las fuerzas armadas, se ha fortalecido el respeto a los derechos humanos, pues AMLO, desde su primer encuentro con dicha institución como su comandante en jefe, les ordenó respetar los DDHH de todas y todos, incluso de delincuentes. Con la 4T de AMLO y de Claudia, sería impensable un nuevo 68, otro halconazo o cualquier otro suceso que sí cometería un Estado represor.
Otra diferencia bastante marcada es la institucionalidad. El PRI clásico era una estructura de mando único, bien consolidada en su jerarquía verticalizada y en su disciplina partidaria. El presidente de la República era el jefe del Estado Mexicano, al mismo tiempo el jefe absoluto del partido, y era él quien definía en persona al próximo candidato del partido oficial; el presidente siempre había decidido quién sería su sucesor. Por el contrario, en morena, desde el fin del sexenio de López Obrador no hay un jefe máximo incuestionable, no hay quien frene o estabilice las luchas internas, se pretende instaurar una institucionalidad que separa al gobierno del partido, y parece que se ha abierto una ventana para que la Dra. Claudia sea el parteaguas histórico, a partir del cual, el destino de la silla presidencial no estará monopolizado por quien la ocupa en el momento, sino que será el producto de una competencia interna entre los grupos dominantes.
Desde mi asiento de espectador, férreo cuatroteísta e imparcial frente a las contiendas internas, alcanzo a vislumbrar tres grandes grupos. Pero esa, es otra historia…
Morena tiene algo que el PRI del siglo XX jamás tuvo: una legitimidad de origen forjada en las urnas y en las plazas públicas. Aquel PRI gobernaba mediante el control; morena gobierna con respaldo popular. Pero esa diferencia se vuelve frágil si el nuevo partido abandona al pueblo y se aferra a las viejas prácticas de control cupular y corporativismo.
Conclusión
En definitiva, morena enfrenta un dilema histórico: o consolida su identidad como un partido verdaderamente popular y democrático, o termina devorando su propia esencia en el laberinto del corporativismo y las prácticas del viejo régimen. La legitimidad de origen que ostenta no es garantía de permanencia; se sostiene mientras conserve la confianza del pueblo. Hoy más que nunca, morena necesita recordarse a sí mismo que no nació para parecerse al PRI, sino para superarlo en todo lo que a justicia, democracia y dignidad popular se refiere.
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