Carta abierta a mi partido de “izquierda”

Sección: Opinión

Publicado el 16/06/2025 —
Por Edith Fischert
@efischert
Desde el compromiso, la rabia y la conciencia feminista, escribo estas líneas no solo como militante, sino como mujer crítica, como persona que ha creído —y aún cree— en la posibilidad de un país más justo desde la izquierda.
Hoy me duele ver cómo, frente a las injusticias que atraviesan nuestras compañeras, muchos de nuestros propios referentes guardan silencio. Me duele ver cómo, cuando una mujer como Melissa Cornejo alza la voz desde su trinchera —como tantas veces se nos ha exigido hacer—, las respuestas que recibe no son acompañamiento ni debate, sino acoso, ataques y exclusión. Y más preocupante aún: la tibieza de quienes callan y de quienes, pudiendo nombrar la violencia, prefieren mirar hacia otro lado.
¿Dónde están ahora quienes se proclamaban defensores de la libertad de expresión? ¿Dónde están las voces que antaño denunciaban con vehemencia los atropellos de la derecha, pero hoy callan ante los abusos que provienen de sus propias filas? ¿Dónde está Juncal, por ejemplo, que tanto se ha pronunciado en otras luchas, pero hoy parece no ver lo que ocurre frente a sus narices?
No basta con repudiar el acoso cuando conviene políticamente. No basta con pronunciarse cuando es seguro hacerlo. Si no somos capaces de defender a nuestras compañeras cuando se enfrentan a un aparato que las hostiga por ejercer su libertad de expresión, entonces, ¿qué tipo de izquierda somos?
No olvidemos que antes que militantes y ser de izquierda somos personas. Y como personas, tenemos principios y los defendemos, esa debería ser nuestra bandera. No seamos hipócritas, el legado que abrazamos de aquel tabasqueño que nos inspiró no puede convertirse en una excusa para tolerar la violencia interna ni para justificar el silencio cómplice. Si realmente luchamos por una transformación profunda, esta no puede construirse sobre la exclusión de quienes piensan distinto o de quienes se atreven a señalar errores desde dentro.
Acompañar a Melissa no es un acto de solidaridad personal: es una postura política. Es defender el derecho a disentir, incluso dentro del propio movimiento. Es impedir que la violencia fascistoide contamine nuestras bases y nos convierta en aquello que juramos combatir.
Nos toca seguir luchando. Pero también nos toca limpiar la casa. Porque si no somos capaces de nombrar nuestras propias fallas, de confrontar nuestras propias contradicciones y de sostener a quienes levantan la voz, entonces no somos distintos a quienes criticamos.
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